
Posiblemente no estaría yo pintando si no fuese porque en 2009 gané un premio en el Concurso de Pintura Mesa y López (yo le llamo así, aunque su nombre completo es el larguísimo “Concurso de Pintura Rápida al Aire Libre Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria”).
Aquella primera vez me lo planteé como un reto. Soy un pintor lento e intentar acabar un cuadro en 5 horas me parecía estimulante. Y luego tuve suerte y gané un premio. Pero no sólo eso, lo recuerdo bien porque aquello se me quedó grabado en mis emociones: mi mujer y mis hijos saltando de alegría al oír mi nombre, mi cara de sorpresa primero y de alegría después, la sesión de fotos, la exposición de aquella obra el mismo día que cumplía 50 años…
Eso ya lo conté por aquí en un post, “Concurso de Pintura Mesa y López 2009” que publiqué dos años después, quizás por toda aquella emoción, pero que ayer volví a recordar mientras pintaba, mientras esperaba la exposición y la siempre larga deliberación, y mientras, ya en casa, con mi cuadro no premiado, analizaba por qué este año me volví a presentar, tras dos años sin participar.
Y es que me resulta lícito admitir que, con los tiempos que corren para el Arte, haya artistas que recorren el país con su maleta y caballete, presentándose a todo concurso que se preste, ajustando sus obras a este o aquel tema, a esta o aquella ciudad, actuando con excepcional pericia y rapidez, y llevándose algún premio con el que posiblemente apenas cubrirán mínimamente sus gastos de ese y otros concursos. Son artistas que suelo ver cada año, sus caras y estilos empezan ya a serme conocidos.
También me resulta lícito admitir, aunque me cueste, que las empresas o jurados seleccionen aquellas obras que se ajusten a ciertos criterios, tamaño… colores grises o apagados… temas locales… algo que al menos yo, también observo año tras año.

Y admito también que este Concurso, que lleva 19 años organizándose y concediéndose, es todo un mérito para su organización, porque aun cuando la cuantía de los premios sea similar a la de hace 5 años, también admito que en estos tiempos de precariedad debe ser un gran esfuerzo mantener este concurso y conseguir patrocinios.
Lo que ya me cuesta admitir más es que, siendo este el concurso “de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria” se centre en una única calle, y nni siquiera en toda, sólo en la ruidosa y agobiante Rambla de Mesa y López. Me gustaría haber pintado mi “Palmera” viéndola mientras lo hacía, apreciando detalles que en una foto no se aprecian, pero no pude, no me dejaron, estaba fuera de ese espacio.
Reconozco que me cuesta admitir también el tema libre en estos concursos “al aire libre”, donde cada cual se lleva su estudio a la calle y pinta lo que sea y como sea, y aquello se convierte en un revuelo de fotocopias, o de técnica mixta o de pericia y rapidez. Quizás sea que para mí que estoy acostumbrado a dibujar lo que veo, a que para mí la magia del “Aire libre” sea ese pintar el aire que tenemos delante. Así lo hice la primera vez, y así gané:


Me cuesta admitir también ese cierto desapego de la organización hacia quienes allí pintamos ayer, unas 150 personas luchando contra sí mismas durante 5 horas pintando y otras casi 4 esperando, con hambre, con sed, a veces solas, a veces angustiadas, de las cuales unas 140 quedarán decepcionadas con el resultado, y a quienes bien se nos podía haber “premiado” con algo más que una pegatina diminuta, y quizás se nos podría haber animado y reunido mejor.
Y finalmente, me cuesta admitir el lugar y el modo de entregar los premios, en aquella estrecha rambla donde, casi sin espacio, pegados unos a otros, estirando nuestros cuellos, apenas pudimos alcanzar a ver las obras premiadas y menos aún a escuchar con claridad la voz del jurado leyendo los premios, los números de obras y los nombres de los artistas, susurrando entre nosotros lo que creíamos haber oído. Casi me pareció aquello, con todos los respetos, un sorteo donde se canta los números premiados a viva voz, y no muy fuerte.
Y entonces, escrito todo esto, reflexiono: ¿por qué participar en este concurso?
Quizás porque es el único y el último concurso de pintura al aire libre en mi ciudad.
Quizás porque, como la primera vez, me sigue gustando aprender, retarme a intentar pintar en pocas horas.
Pero, sobre todo, porque aquella primera vez quedó grabada para mí en lo emocional, y por eso, el mejor premio que recibí ayer, fue tener al lado a mi mujer cuando, tras casi 4 horas de espera, conseguimos alcanzar a oír, casi en susurros, que esta vez no había premio para mí.
Les dejo una foto mía con la obra final, “Palmera”, tal y como quedó (aunque posiblemente cambiará), y debajo las fotos de mi proceso de trabajo:


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